Por: Jorge Vega
En Nicaragua todavía se
va la luz. Puede parecer increíble, pero no lo es. Nosotros estamos
“acostumbrados” a pasar noches a oscuras.
Recuerdo que cuando era
pequeño la luz se iba casi todas las noches, en ocasiones se iba a las seis de
la tarde y regresaba aproximadamente a las dos o tres de la mañana y si
teníamos suerte regresaba tipo 11 ó 12 de la noche. Eso era tener “suerte”,
porque en Nicaragua siempre hace calor y habían noches muy calientes y sin
energía, pues imposible poner el abanico (ventilador), así que ya se imaginaran
el calor que sufríamos.
En esas noches a
oscuras la familia aprovechaba para salirse a las aceras de sus casas y los
adultos empezaban a hablar de cualquier tipo de cosas, recuerdo que uno de los
temas más importantes era cuando nos hablaban de cosas relacionadas a cómo eran
las cosas en el pasado, las historias familiares, tristezas y alegrías.
Confieso que mucho de lo que sé sobre el pasado de mi familia fue gracias a
esas noches sin electricidad.
Cuando esas
conversaciones serias me aburrían, me iba la esquina del barrio y con los otros
chavalos nos sentábamos o acostábamos en una gran acera y desde ahí empezábamos
a hablar de cosas divertidas y luego pasábamos a contar cosas de miedo, que a
algunos no les daba miedo, a mí siempre me daba miedo todo lo que escuchaba,
pero tenía que disimular, para seguir escuchando las historias y cuando era el
momento de irse cada quien a su casa y nada de venir la luz, yo me arrepentía
de haber escuchado esas historias, porque ya sentía a la “muerte quirina” detrás de mí o a cualquier otro fantasma, era difícil,
recuerdo que cada vez que pasaba eso yo decía, “no vuelvo a ir a esa esquina a
escuchar cosas de miedo”, pero como no había nada que hacer, caía en la trampa
una y mil veces.
Mi generación y yo
tuvimos la oportunidad de tener esas noches de tertulia con el enorme
privilegio de tener a muchísimas estrellas y con suerte una hermosa luna como
testigos. No teníamos mucha tecnología y entonces no había nada más que hacer
que hablar y hablar y hablar hasta que regresara la energía o hasta que no
hubiera nada más que contar y regresar a nuestras casas a dormir y algunos como
yo, a temblar del miedo, esperando que la carreta náhuatl llegara y tomara la
vida de uno.
La luz se sigue yendo
en la actualidad, pero ahora con la tecnología cada quien puede seguir usando
sus celulares, mp3, computadoras, tabletas, incluso poner bujías previamente
cargadas, entonces el momento que era utilizado para intercambiar historias
fantásticas ya no se da tanto como en el pasado.
Supongo que soy el
típico joven-adulto que cree que todo en su generación fue lo mejor de lo mejor,
la crema de la crema o “crème de la
crème” como dicen los franceses. Supongo que los jóvenes de esta nueva
generación aprovechan la ausencia de electricidad de otra manera, pero quizás
estoy demasiado “viejo” para ver las cosas con la objetividad que se merece.
Lo que sí puedo decir
de manera objetiva es que en Nicaragua todavía se va la luz. Nosotros estamos
“acostumbrados” a pasar noches a oscuras. Puede parecerles increíble, pero no
lo es.
Foto extraída de: