Jorge Vega ~
Trabajé en
la Alianza Francesa de Nicaragua durante muchos años, inicié
en el 2004 para ser exactos. Empecé como asistente de los
profesores. Debía ayudar a los profesores en sus actividades
pedagógicas y lúdicas. Para ese entonces éramos 3 asistentes: la
Tania, que además trabajaba en la parte cultural, si mi memoria no
me traiciona, la Karen y yo. Nuestro trabajo consistía en ayudar a
los profesores con las clases para niños y adolescentes.
La Alianza
Francesa es la representación cultural y lingüística
de Francia en el exterior. La Alianza trabaja de la mano con la
Embajada de Francia y organiza diferentes tipos de eventos para la
promoción de la lengua y cultura francesa y francófonas en
Nicaragua y el resto del mundo.
En la
Alianza siempre hay franceses que van a Nicaragua a hacer pasantías
profesionales, ya sea en el equipo pedagógico o administrativo y hay
otros que viven en el país desde hace años, ya hicieron sus vidas
en Nicaragua. A esto debo agregar que la Alianza Francesa siempre
está recibiendo a artistas, escritores, actores, músicos franceses
que se van de gira por América Latina.
En resumen,
siempre estaba rodeado de franceses en Managua y Granada, y como poco
a poco fui cambiando de puesto en la institución y después, además
de impartir clases, me tocaba estar presente en las actividades
culturales, eso me permitió hacer más contactos de los que ya tenía
o había establecido con la comunidad francesa radicada o de paso por
Nicaragua.
El hecho de
organizar o participar en una enorme lista de actividades culturales
durante muchos años, me permitió conocer y vivir la cultura
francesa muy de cerca, incluso estando en mi país. La primera vez
que vine a Francia no me sentí un perfecto extraño, al contrario,
sentí una enorme empatía y familiaridad con todas las cosas que
veía, leía, escuchaba, comía, bebía... conocía la lengua y
muchos aspectos culturales, así que todo fue extremamente positivo.
Digo esto,
porque hace dos meses estuve en Tours y vi a unos asiáticos hablando
en francés y me pareció algo exótico y justo en ese momento pensé
que seguramente para los franceses sea algo exótico también que yo
hable francés.
Recuerdo que
el año pasado que empecé a trabajar en Loudéac, estaba caminando
por la calle y una señora, de unos 70 años tal vez, y que iba
manejando, me quedo viendo fijamente a la cara y de una forma como
sorprendida, como si me hubieran sacado de la televisión y puesto a
caminar en Bretaña. ¡Fue súper divertido eso!
Yo, a
pesar de mi color y mis rasgos físicos y mi acento y mi todo, no me
siento, nunca me sentí o he sentido un extranjero total en este
país. Antes de venir aquí ya estaba familiarizado con la lengua y
la cultura, trabaja por y para la promoción de la lengua y cultura
francesa en Nicaragua e hice ese trabajo en muchas áreas; la
enseñanza, la administración, la locución del programa radial que
hacíamos en la UCA, las visitas a la televisión para hablar sobre
las actividades culturales, pedagógicas. Estaba
en un entorno francés en suelo nicaragüense.
Todas esas experiencias hacen que uno pueda sentirse en casa, incluso
estando a 8 782 kilómetros de distancia
del paisito.