Jorge
Vega |
Hace
un par de semanas terminé de leer el libro «L'homme qui voyait à
travers les visages», lo que en español sería: El hombre
que veía a través de los rostros. Es un libro de Eric-Emmanuel
Schmit, uno de mis escritores favoritos en lengua francesa.
La
historia trata del joven Augustin Trolliet, que tiene la capacidad de
ver a los muertos que nos acompañan, porque en el libro eso es lo
que salta a la vista; todos nosotros estamos rodeados de ciertos
muertos que nos ayudan, nos inspiran y otros que al contrario,
quieren que hagamos cosas malas o simplemente nos acompañan, porque
no se han dado cuenta que están muertos.
No
voy a narrarles toda la historia, porque no tendría sentido. El gran
resumen, es que Augustin tiene una charla con El Gran Ojo,
lo que vendría siendo Dios. Este joven tiene la oportunidad
de hablar muy francamente con Dios y de hacerle preguntas tanto
religiosas como filosóficas, a las cuales Dios siempre tiene una
respuesta que no es necesariamente esperada por nuestro portavoz.
Al
comienzo me pareció algo raro leer que Augustin empezaba esa plática
con Dios y debo confesar que las ingeniosas respuestas de «Dios» me
dejaban pensando un buen rato. Hay partes en las que Augustin le
reclama a Dios y al final le dice que él no cree en Dios y El
Gran Ojo (Dios) le responde: «Yo sí creo en vos».
Dios
se “defiende” bastante bien de las interrogantes de Augustin, al
fín y al cabo él lo sabe todo, es él quien nos ha creado y quien
ha dictado sus libros tanto católicos, evangélicos como islámico a
los hombre y Dios dice: «El libro propone, el lector dispone. La
lectura hace la calidad de un libro”.
El
libro habla también de todos esos muertos que nos siguen acompañando
e inspirando y ayudando cada día. Siento que eso es muy cierto,
porque a veces uno tiene como la sensación de que alguien que ya no
está en éste mundo, está presente protegiéndote de cosas malas.
Me
gustó bastante este libro. Eric-Emmanuel Schmit en su narrativa,
tiene la capacidad de dejar pensando al lector. Creo que su mensaje
es que «El libro propone, el lector dispone. La lectura hace la
calidad de un libro”, de la misma manera que lo dijo El Gran
Ojo.