Por: Jorge VEGA
Cuando estábamos pequeños,
las gemelas y yo, fuimos a una fiesta de quince años de una muchacha. No
recuerdo quién era, sólo sé que teníamos que ir a esa fiesta. Para esas fechas
mi papá había fallecido, entonces mis demás hermanos y mi mamá no salían a fiestas, pero
como nosotros éramos los más pequeños; las gemelas de seis años y yo de ocho,
entonces teníamos el "privilegio" de poder seguir con nuestras vidas,
ignorando un poco lo que la muerte de nuestro papá significaba realmente.
Llegamos a la fiesta y
entregamos el regalo a la quinceañera y le dijimos el acostumbrado: ¡Feliz cumpleaños! Después
nos fuimos a sentar y la mamá de la cumpleañera pasaba con platos de comida y
bebidas para los invitados. Todos los invitados estaban acompañados de personas
mayores, habitualmente tres niños no van a ir solos a ese tipo de fiesta, pero
nosotros ahí estábamos.
La señora iba y venía y habían
más personas que hacían exactamente lo mismo, les daban de comer y beber a los demás,
pero ni nos volteaban a ver a nosotros tres. Entonces yo como era el más
grande, le dije a la gemelas: ni nos vuelven a ver, ¿nos vamos?, las gemelas no
estaban interesadas en quedarse, entonces me dijeron que sí, y entonces les
dije: vamos a decirle a la señora que ya nos vamos pues. Y así hicimos, nos
pusimos de pie y fuimos donde la señora y le dije: ¿Señora, me regresa el regalo
por favor?, ahí la señora se quedó asustada y me dice: pero, ¿Qué les pasa?, ¿Para dónde van?, y las
gemelas le dijeron: como le están dando de todo a los demás y a nosotros ni nos
vuelven a ver, ¡pues ya nos vamos!, ¡Qué valor el de nosotros!
Cada vez que recuerdo esa situación
y que se la cuento a alguien me pongo a reír. Fui divertida esa acción de
nuestra parte. Como estábamos solos y además nuestro papá recién había
fallecido, nos pareció normal irnos del lugar, pero no irnos con las manos vacías,
fuimos a buscar lo que habíamos ofrecido como regalo. Una acción de protesta.
Como la señora nos vio
serios y decididos, nos dijo: vayan a sentarse, ya les vamos a llevar las cosas
y pues nos fuimos a sentar. Le dimos su oportunidad. Del resto de esa historia
no me acuerdo. Esa señora sabía que a pesar de haber perdido a mi papá, estábamos
ahí, celebrando el cumpleaños de su hija y éramos tres niños; las gemelas de
seis años y yo de ocho. Creo que sin querer le enseñamos que debe respetar a
todos por igual.