Jorge
Vega|
Los
animalitos de compañía juegan un rol súper importante en nuestras
vidas, porque nos brindan algo tan especial como lo es la compañía,
su amistad, su fidelidad…
En
mi cuenta llevo tres animalitos, si no me falla la memoria, que me
han acompañado por este viaje por la vida. El primero fue un gatito,
no me acuerdo de su nombre, pero me acuerdo que siempre venía a
acostarse a mi cama, se acostaba en mis piernas, a veces me asustaba,
porque llegaba siempre de noche y se tiraba desde un muro y me caía
en el pecho. Yo tenía unos 9 años a lo mejor y ese golpe me
asustaba y me despertaba. No recuerdo cómo fue el fin de ese gatito
gris, era gris, me acuerdo de eso.
Ya
más grande tuve a la Juana de Arco, una perrita que me la
regalaron cuando ella estaba súper pequeña. Al comienzo fue súper
complicado, porque ella estaba muy pequeña y pues lloraba todo el
tiempo y también porque hacía sus necesidades en cualquier
lugar...a mi mamá no le gustaba tanto la idea de tener a la Juana
de Arco, porque pues no nos dejaba dormir en la noche y en el día
siempre amanecía algún “regalito” que ella había hecho en la
noche… Pero poco a poco la Juana empezó a crecer y también
a hacer sus necesidades en el patio y pues ya dormía normal y no
molestaba, así que ya pasado el momento complicado, fue el tiempo de
realmente disfrutar de la Juana, una perrita bien juguetona, a la que
le daba miedo salir de la casa. Las únicas veces que la lograba
sacar, era para ir al veterinario y eso que para poder llevarla,
tenía que ir en una caponera, porque era imposible hacerla caminar
fuera de la casa. A ella le daba miedo salir.
La
Juana se fue al cielo hace unos años y, aunque fue triste su
pérdida, el hecho de yo estar en un país y ella en otro, hizo que
de cierto modo la pena/el duelo fuera relativamente menos doloroso.
Si
escribo estas líneas, no es por casualidad, de hecho el jueves
pasado perdimos a nuestra gatita francesa, gatita con la que
socialicé durante casi 5 años, y pues su dueño la tuvo durante más
de 15 años. Con la Sweety me tocó aprender varias cosas; por
ejemplo tener que limpiar su litera, cosa a la que no estaba
acostumbrado, porque antes no me tocaba hacerlo en Nicaragua. Le
limpiaba su casita también para que durmiera bien, la sacaba al
balcón a agarrar aire y un poquito de sol, me ponía a jugar con
ella de vez en cuando y algo que me asustaba de ella, era que siempre
que me veía descalzo me mordía los pies, nunca entendí por qué lo
hacía, pero si estaba con calcetines no lo hacía, pero cuando me
veía sin calcetines me mordía siempre.
La
Sweety ya se fue para el cielo, fue bastante triste, porque
aunque se hizo todo para regresarla al mundo de los vivos, parece que
ya era su momento de partir.
Le
agradezco mucho tanto a la Juana de Arco como a la Sweety
por su valiosa amistad y compañía, realmente que los animalitos nos
alegran los días y nos acompañan. Sin duda alguna puedo decir que
mis dos animalitas han resultado ser excelentes “personas”,
buenas amigas que me seguirán acompañando, pero ahora desde el
cielo.