Por : Jorge VEGA|
Al pasar de los años me he dado cuenta que me gusta mucho la tranquilidad. Recuerdo que cuando tenía 20 años, esa palabra me daba algo de miedo, porque asociaba lo de ''tranquilidad'' a la vejez. A esa edad decir que uno iba a pasar el fin de semana 'tranquilo' en casa, por ejemplo, era sinónimo de aburrimiento extremo.
Cuando uno está súper joven, o al menos en mi caso, uno quiere hacer 15000 cosas a la vez, porque uno se siente capaz de comerse al mundo, uno se cree súper fuerte, inmortal y pues uno goza de mucha salud, pero al pasar de los años, dicha fortaleza, así como las creencias que nos acompañan, se transforman, cambian... En resumen, uno empieza a ver el mundo de otra forma y siento que no tiene nada que ver con la vejez, es simplemente una nueva etapa de la vida.
Creo que al pasar de los años le he dado más valor a la tranquilidad, a la calma, a pasar tiempo con familiares y amigos, le he dado más valor a las pequeñas cosas de la vida, a los pequeños (y también grandes) triunfos de cada día, creo que me he vuelto más agradecido con la vida. Quizás al ser otra etapa de la vida, uno se vuelve más consciente de sus propias fortalezas y debilidades. Uno abraza muchas cosas que no se consideraban necesarias en la juventud o durante la primera parte de la edad adulta.
He notado que al viajar, actividad que me encanta, se me hace más tranquilo hacer las cosas sin tener que correr, sin ir de prisa. Lamentablemente a veces no hay opción y uno tiene que correr en un aeropuerto, por ejemplo, para llegar a tiempo a la puerta de abordaje, pero hay ocasiones en las que uno tiene el tiempo necesario para hacer las cosas de forma más relajada y eso definitivamente que me encanta.
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Escribo estas palabras desde Normandía. Estoy en una habitación amarilla. La ventana está abierta y tengo el lujo de poder apreciar una maravillosa vista del campo verde con sus vacas, sus pájaros, su cielo. ¡Estoy súper agradecido con la vida!