Jorge Vega
Al cumplir los 18, se dijo a si misma: “Estoy segura que moriré a los 30 y si acaso no, entonces a los 32, lo sé.”. Vivía pensando en demonios y en cómo sería su muerte, pensaba tanto en el tema que un día se vio muerta; estaba en su cama, pero su alma estaba afuera, flotando y se vio a si misma. Pudo tocar cada rincón de su rostro, se conservaba joven. No quería envejecer por miedo a las arrugas y las canas. No es lo mismo ver a un Sandino joven y fornido que a uno viejo y sin fuerzas. Estuvo convencida de su muerte y su alegría la lleno de vida, pues era algo que esperaba, deseaba, era un sueño hecho realidad. Mas al amanecer, su corazón continuaba latiendo y el aire fresco entraba y salía de sus pulmones. Abrió los ojos lentamente y fue así como regresó a la vida, su muerte anticipada fue sólo una chispa de paz que se esfumó. Carmen regresó a la vida y se quedó con ella hasta los 85 años.