Mi abuela

Por: Jorge Vega

Mi abuela murió tres días después de mi hermano. Eso fue en enero del año pasado. Como estábamos con la noticia de la muerte de mi hermano y se debían organizar cosas como la vela, funeral, rezos, entonces mi mamá tuvo que estar en ambas pérdidas familiares. 

Mi mamá perdió a un hijo y a su mamá en la misma semana, el mismo mes y el mismo año.

Mi abuela era originaria de San Miguelito, Río San Juan, Departamento ubicado al sur de Nicaragua. Toda mi familia, tanto materna como paterna, son originarios de dicho pueblo. 

Mi mamá y dos tías se fueron del pueblo desde hace muchísimos años y empezaron a vivir cerca de Managua y en la USA.

Mi mamá nos contaba siempre historias de cuando ella era chavala y las cosas que le pasaban y pues las cosas que le decía mi abuela. Cuando estaba pequeño y escuchaba esas historias, pensaba en cosas súper mágicas.

Mi abuela venía una vez al año a la casa de una de mis tías y venía también a visitarnos a la casa de mi mamá, era el momento que podíamos compartir con ella. A pesar que en la casa de mi tía mi abuela tenía muchísimas más comodidades que en su casa de San Miguelito, era imposible hacerla quedarse mucho tiempo. Ella se quedaba tranquila durante dos o tres semanas, pero después ya era tiempo de regresar a su pueblo. Nadie la hacía cambiar de opinión. Ella tenía que regresar a su casa y así lo hacía siempre.

Mi abuela ya estaba algo mayor, recuerdo que la primera vez que fui al pueblo a visitarla, llegué a la casa de ella y desde la calle saludé diciendo: ¡Buenas!, ¿Va a querer cuajada? Y ella se acercó a la puerta y me dijo: no chiquito, en otra! Yo no entendí si se trataba de una broma o qué, pero es cierto, ella simplemente no me reconoció, tuve que decirle: Abuela, soy yo Jorge, el hijo de su hija Marlene! Hasta entonces mi abuela reaccionó y me dejó entrar a su casa. La broma no me saliô como esperaba.

A mi abuela le gustaba hablar, de hecho heredamos eso de ella y pues en la familia somos bastantes comunicativos, quizás algo mâs de lo habitual.

Mi abuela ya no está entre nosotros, y como una servidora fiel a su pueblo, fue ahí mismo donde murió. Ella tenía que regresar a su casa, y así lo hizo siempre.







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